De cuando los alumnos no tenían nombre y los maestros no tenían apellidos
Homenaje a D. Damián.
No sé vosotros, pero cuando yo era niño, en mi colegio los alumnos no teníamos nombre. Sólo teníamos apellidos, normalmente el primero, y sólo cuando éste era muy común, el segundo. Rara vez sabíamos el nombre de nuestros compañeros, a pesar de que compartíamos pupitres con ellos durante años. Incluso cuando en la adolescencia empezábamos a salir juntos fuera del ámbito escolar, nos seguíamos llamando por el apellido aunque sí recuerdo que esa era el momento en que intentábamos, casi sin darnos cuenta, usar nuestros nombres.
Curiosamente, con los profesores pasaba lo contrario. No tenían apellidos. Recuerdo a muchos de mis maestros, pero no conocía –ni conozco- sus apellidos. Por poner un ejemplo, los profesores que tenían los tres cursos en que nos dividíamos en 3º, 4º y 5º de EGB, eran Don José María, Don Federico o Don Emiliano, pero si me hicieran una oferta de pagarme millones de euros si fuera capaz de decir sus apellidos, seguiría siendo pobre. No tengo ni idea. Seguramente, en los boletines de notas vendrían sus apellidos, pero no teníamos curiosidad en aquel momento para verlo.
Viene esto a cuento porque esta semana he tenido noticia del fallecimiento de uno de ellos, D. Damián, sacerdote salesiano que me dio clase en 7º de EGB, aproximadamente en 1977-1978.
De D. Damián – permítanme los más jóvenes que siga utilizando el tratamiento que le daba entonces, de don – sólo guardo buenos recuerdos. Y parece que no soy el único. No sólo he encontrado en Instagram un vídeo en su homenaje –cantando una canción compuesta por él- con múltiples comentarios, sino que en el grupo de guasap de antiguos compañeros del colegio en el que se ha difundido la noticia, ha habido muchos de mis compis que le recordaban con el mismo cariño que yo.
Como todos sabéis, la memoria es muy selectiva y muy caprichosa. Es muy frecuente que de una misma situación vivida por varias personas cada una de ellas guarde un recuerdo diferente. Yo conservo dos recuerdos de don Damián, ambos musicales (porque era esa asignatura la que nos daba) y ambos reflejo de su carácter y preocupación por los demás.
El primero de ellos fue la letra de una canción de Jarcha, conocida por todos: “Libertad sin ira”. Título estrenado a finales de 1976, coincidiendo en el tiempo con la tramitación y aprobación del proyecto de ley para la Reforma Política, la Octava Ley Fundamental que acabaría con las otras siete y permitiría el nacimiento del régimen constitucional.
En la canción se opone lo que “dicen los viejos de este país” a la gente que “sólo quiere la fiesta en paz”. Frente al palo largo y mano dura, “para evitar lo peor”, el deseo de libertad, sin ira, que “si no la hay, sin duda la habrá”. Y con este contenido, aquel cura sonriente, simpático y siempre leal a su Portuense, nos explicaba qué era la libertad y cómo se oponía a aquel otro mundo de las “dos Españas que guardan aún el rencor de viejas deudas”.
El otro recuerdo que tengo se refiere a otra canción, en realidad, a todo un álbum: Gracias a la vida, cantado en español por Joan Báez. Otra canción maravillosa en la que don Damián plasmaba su modelo de vida: gracias a la vida, que me ha dado tanto.
En este caso, el recuerdo es aún más personal. Nos había dicho que si alguien tenía acceso a la música que comentábamos podía traerla a clase. Y yo tenía acceso a aquel álbum: mi hermana Lola, mayor que yo, tenía una cinta de casette con el álbum completo de Joan Baez y lo llevé a clase, con tan mala fortuna que se rompió la cinta.
Pero antes de que se rompiera, pudimos disfrutar de otros temas inolvidables cantados por Joan Baez, como “te recuerdo Amanda”, “el preso número nueve” o los versos de Neruda (“Sube a nacer, conmigo, hermano…) incorporados en su versión del clásico “No nos moverán”.
Sólo me quedan dos cosas para completar este homenaje a Don Damián: que con motivo de su fallecimiento he conocido su nombre completo –Damián Moragues Ordínez- y que doy gracias a la vida por haberme dado la oportunidad de conocerle. Descanse en Paz.