Ayer fue otro día de locos en redes sociales. A media mañana leía muchos tuits de gente a la que sigo que reproducía un mismo mensaje
¿Cuota límite excedida? ¿Qué cuota? ¿qué límite? El mensaje era confuso pero estaba claro que algo malo se cernía sobre la red tuitera. Algunos decían que no funcionaba. Incluso algún medio llegó a publicar que había habido una enorme caída de la red y esa era la explicación de por qué los usuarios no podían ver tuits aunque sí publicarlos.
Unas horas más tarde, el dueño de la red publicaba un tuit explicando el porqué: las cuentas verificadas (o sea, de pago) podrán ver 6000 tuits al día y las no verificadas sólo 600 (las antiguas) y 300 (las nuevas). Aunque se aducían razones técnicas y temporales, muchos temían que en realidad eran económicas y de rentabilidad empresarial.
Era una explicación diferida en el tiempo, obviamente, ya que los afectados no podían ver el tuit, lo que me pareció una soberana estupidez. De esas que tanto abundan en las redes.
Hoy he podido leer nuevos tuits de Elon ampliando esas cantidades, creo que a 800 o incluso a 1000 tuits al día para las cuentas antiguas no verificadas, como la mía.
Esta nueva situación de Twitter, que ya en su día hizo algún otro intento de rentabilizar a los clientes cobrándoles una cuota, me sugiere varias reflexiones, que comparto con vosotros.
La primera es la utilidad de Twitter. Es obvio que, como toda red social, cada uno la utiliza como quiere. Hay quien viene a divertirse, quien viene a provocar, quien viene a hacer apología política y quien viene a aprender. Estos últimos somos, quizá, los menos, pero existimos.
Para mí es una red esencial. Si sabes elegir correctamente las cuentas que sigues, estás perfectamente informado y en tiempo real de los temas que te interesan. A mí, que sigo a abogados, jueces y profesores de Derecho, me mantiene al día de cualquier novedad legal o jurisprudencial. Si hoy está previsto que a las 12 de la mañana se haga pública la sentencia del Tribunal Supremo sobre tal tema, ten por seguro que a las doce y cinco ya habrá alguien que la haya tuiteado y sabrás el resultado.
Por tanto, es una red, al menos ahora, insustituible, por su inmediatez y por su alto contenido informativo.
La segunda reflexión que me suscita es que, como todas las redes, se trata de un club aparentemente abierto a todos pero que tiene sus normas. Evidentemente, las normas son anteriores a cada uno de sus miembros y, por tanto, como se dice normalmente, “son lentejas, las comes o las dejas”.
¿O acaso ya no nos acordamos de cuando éramos niños y uno de nuestros amigos traía al colegio su pelota nueva después del día de Reyes? ¿No recordamos que era él quien decidía quién jugaba con su pelota y quién no podía hacerlo?
Cosa distinta sería si estuviéramos ante un servicio público, prestado por el Estado y de acceso ilimitado a todos los ciudadanos. Pero eso, afortunadamente, no es así. Es una red privada, a la que accedemos cuando queremos y si queremos y, por tanto, tenemos que aceptar las condiciones.
Después de todo, si nos da utilidad, ¿por qué no pagar por ello? Ya nos lo han hecho antes y no hemos protestado tanto. La televisión era un servicio público, prestado por televisiones privadas incluso, pero … hemos decidido acceder a un tipo de servicio “Premium”, sin publicidad y donde elegimos el contenido. Y, evidentemente, pagamos por ello. ¿Por qué no aquí?
La tercera reflexión es la frecuencia en la utilización. ¿Ver 600 tuits nos parece poco? ¿Cuánto tiempo le dedica de media un usuario a Twitter al día? ¿Cuánto tiempo le dedica a cada tuit? Si le dedica poco tiempo es porque se limita a ver fotografías o a leer el comentario o el titular de la noticia, sin entrar en los enlaces que habitualmente trae cada tuit.
¿De qué tipo de usuario, por tanto, estamos hablando? ¿Del que busca información de aquellos a los que sigue, que normalmente implica leer los enlaces que se comparten? ¿O del que se limita al mero scroll (o sea, pasar tuits como se pasan las fotos en Instagram)?
Creo que, para mí al menos, con 600 tuits al día voy más que servido. Ni le dedico tanto tiempo ni mi lectura es tan superficial que me permita en el tiempo dedicado superar esos límites.
Una última reflexión me surge. Seguro que muchos de mis lectores habrán leído la opinión de Groucho Marx sobre la televisión y su aspecto cultural. Más o menos dice que es un instrumento de cultura porque cada vez que alguien la enciende, me voy a otra habitación y me pongo a leer un libro.
¿Querrá Elon hacernos más cultos limitándonos el tiempo de dedicación a Twitter y lanzándonos a la lectura? Es más, ¿harán lo mismo el resto de redes sociales en breve para que aumentemos nuestros índices lectores?
No lo sé, pero no lo creo. Aunque lo cierto y verdad es que mientras tanto, esta actitud de Elon va a contribuir a reducir noticias como ésta que también he leído en Twitter y que tan preocupante me parece:
NOTA 1.- Este artículo es simplemente mi opinión; hay mucha gente, muchos tuiteros a los que sigo y aprecio y de los que aprendo, que ya han manifestado su adiós a Twitter, aunque confío en que recapaciten. ¿Qué opinas tú? Déjame tus comentarios, que igual me hacen cambiar de opinión.
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