Bienvenidos, de nuevo, a esta newsletter en la que seguiré publicando cuestiones de actualidad, a veces con contenido jurídico y a veces con contenido distinto. La entrada de hoy es, podríamos llamarla, costumbrista.
Me voy a limitar, por tanto, a contar lo acaecido y de lo que he sido protagonista esta mañana. Recibo una llamada de teléfono de alguien que tengo identificado, una trabajadora de una inmobiliaria. Se trata de una mujer y, por la voz, debe ser joven (aunque la foto de guasap indica que no tanto). Me pregunta por un determinado asunto por el que ya habíamos hablado con anterioridad y que hacía tiempo que no se modificaba.
En todo momento, la trato de vd. y me dirijo a ella como “señorita”. Ella, en cambio, me tutea. No hay problema. Ya me he acostumbrado a que a las nuevas generaciones nadie les ha enseñado que a los desconocidos se les trata de vd. hasta que ellos mismos autorizan el tuteo o se sienta uno a comer en su mesa. De hecho, cuando alguna vez le he indicado a algún comercial de líneas telefónicas –a los que tengo una especial inquina, lo siento- que le agradecería que, como no nos conocemos, me tratara de vd., me ha contestado que el tuteo es la “política de empresa” y que él la sigue a rajatabla.
Sobre el tema de la falta de conocimientos en los vendedores ya he escrito en alguna otra ocasión. De hecho, aquí le dediqué una entrada a la que os remito para no repetirme: Técnicas de venta (I)
Lo curioso del asunto ha venido al final, cuando la joven vendedora se ha despedido de mí y me ha dicho, “adiós, un besito”. Como si yo fuera un amigo, un pariente o, al menos, alguien que tuviera alguna relación personal con ella y no un posible cliente.
Vosotros ¿os despedís así cuando llamáis a un restaurante para reservar una mesa? ¿O cuando cogéis cita telefónica para el médico? Espero vuestros comentarios.
Y si os ha gustado,